En el Día Internacional de la Mujer queremos exhortar a la sociedad a luchar contra la cultura imperante del «culto al cuerpo», uno de los factores desencadenantes y mantenedores de los trastornos alimentarios.
Los trastornos alimentarios constituyen actualmente la tercera enfermedad crónica entre la población femenina adolescente y juvenil de las sociedades desarrolladas y occidentalizadas. Asimismo, es la enfermedad mental con mayor índice de mortalidad, y ante la ausencia de tratamiento adecuado se convierten en personas enfermas crónicas con graves consecuencias para la salud física y mental y con un profundo deterioro en el ámbito personal, familiar, social, académico y laboral.
Las causas de esta enfermedad aún no son lo suficientemente conocidas. Se sabe que tiene un origen multifactorial, biológico, psicológico y social, y que existe una serie de factores predisponentes, desencadenantes y mantenedores de la enfermedad. Como sociedad tenemos una gran responsabilidad en la evitación y, en su caso, reparación, de los daños causados por la cultura imperante, y aquí es donde voy a poner el foco, para apelar a la conciencia y a la acción de la ciudadanía y, por ende, de los poderes públicos, porque todas las personas podemos y debemos actuar para frenar este problema de salud pública, silencioso y silenciado.
La industria de la belleza mueve millones en todo el mundo: la moda, los cosméticos, los productos adelgazantes y una infinidad de servicios destinados a impedir cualquier tipo de diferencia, por pequeña que ésta sea. Un largo etcétera de agentes (medios de comunicación, redes sociales, industria…) que fomentan y promueven el cuelto al cuerpo imposible, asociándolo al éxito y al reconocimiento social (y obteniendo pingües beneficios por ello…), frente al ataque feroz hacia las personas que padecen obesidad, dando lugar a una nueva fobia asociada a la imagen y a la forma de estar en el mundo: la denominada «gordofobia», fenómeno emergente a finales del siglo XX que vincula a las personas afectadas con el fracaso personal, profesional y social.
Serán las mujeres objeto de especial desaprobación si sobrepasan las medidas deseadas, sin necesidad de alcanzar valores de sobrepeso u obesidad, y muchas se someterán al imperio de la industria de la delgadez y consumirán todo tipo de productos y servicios adelgazantes durante el resto de su vida, arrastrando como una pesada losa el no poder ajustar su cuerpo al modelo único, considerado como válido.
Muchas otras se rendirán ante la magia de la cirugía estética y abominarán de su cuerpo, buscando las siete diferencias con el ideal anhelado, para que con el bisturí en una mano y la cartera en la otra, atrofien su única forma de ser y existir.
Culto al cuerpo que aniquila el ser y rinde homenaje a la apariencia, a lo que nunca fue ni será. Cuerpos y almas presas de la dictadura del canon de la «locura», que atrapa cada vez a niñas más pequeñas que buscan la aprobación y el elogio, niñas que serán mujeres amputadas en su más profundo ser, alienadas por un modelo imposible que les prometía la aceptación social. Adolescentes que podrán caer en las garras de una enfermedad devastadora, bajo cuyo yugo perece la libertad y la dignidad.
Proteger, con especial celo, la salud física y mental de las niñas, adolescentes y jóvenes es un requisito indispensable para terminar con los factores que perpetúan la vulnerabilidad, y generan profundas brechas por donde penetran diversas formas de violencia ejercidas sobre las mujeres.
Con motivo del día 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, quiero reivindicar la acción colectiva para un problema colectivo, haciendo propio el lema feminista «Lo personal es político». Porque solo abriendo la puerta podremos ver lo que se esconde tras de ella y actuar en consecuencia.
Patricia Cervera Valencia
Presidenta de TCA Andalucía